Podría haber titulado este post: «Cambiando de Casa» que es como diríamos en México, pero la palabra mudanza describe más cercanamente esta sensación como de serpiente que se desprende de su piel alegre, pero dolorosamente.
La diferencia entre cambiarse de casa y mudarse está muy clara para mí. Yo me he cambiado de casa por lo menos 10 veces desde que tengo conciencia, 2 de las cuales cambié también de ciudad y una más de país y contienente; pero esta es realmente mi primera mudanza. Es la primera vez que soy responsable, dueña y señora (junto con mi marido, claro, a partes iguales, por bienes mancomunados) pero al fin y al cabo dueña de todo el contenido de una vivienda, desde la cama hasta el pelapapas y la escobilla de labar el baño.
Pues bien, para mudarse físicamente, hace falta también hacer un gran cambio mental. Para mí este cambio tiene 4 claras etapas, que describo a continuación:
Etapa 1: El doloroso desprendimiento
… o lo que es igual: Todo sirve … o…. ¡Pero cómo voy a tirar esto!
Sucede cuando comienzas a empaquetar las cosas y te das cuenta de lo apegado que puedes estar a las maś grandes y pequeñas tonterías. Este sentimiento, heredado de nuestros antepasados sedentarios, viene de aquella época en que los muebles de roble y la cubertería de plata pasaban de generación en generación, a veces incluso grabados con las iniciales de la familia. Ahora ya nadie (o casi nadie) hereda nada, pero el sentimiento persiste hasta nuestros días, hasta esta era de IKEA y made in China en que, sin embargo, cuesta más transportar un plato que comprarlo nuevo.
Pero a esta fuerza conservadora que es más grande o maś pequeña según también la personalidad de cada uno, se opone otra fuerza derrochadora, proveniente de nuestra cada vez más fehaciente condición de nómadas. La famosa obsolescencia programada nos trae a la conciencia que no vale la pena conservar y mucho menos transportar las cosas que tienen un tiempo de vida tan corto, cosas que tienen «la hora marcada»…. es así como comienza la ….
Etapa 2: La toma de conciencia: ¿Qué hacemos con todo esto?
Después de dos días de clasificar, empaquetar, limpiar y embalar cachivaches comienzas a relativizar el valor de todo. Te das cuenta de que tienes muchas más cosas de las que pensabas, que hagas lo que hagas no puedes llevártelas porque Inglaterra es una Isla y eso tiene sus serias dificultades logísticas. Con nuestra querida Ryanair puedes llevar dos maletas de 15 y 20kg. c/u. (ni un kilo más) a razón de una Libra el kilo, pero desgraciada o afortunadamente, el total de mis pertenencias haciende a más de 35 kilos. Entonces comienza la operación VRT — Vender, Regalar, Tirar …. he aquí nuestra web de venta de cochera.
Etapa 3: El reacomodo.
Las cosas que lograste enviar con tanto esfuerzo y dinero no combinan absolutamente nada con tu casa nueva…. normal, qué tendrá que ver una moderna y austera casa Getafeña con una Victorian House Cambridgense (perdónoseme el gentilicio inventado). ¿Y ahora… qué diablos hago con las cortinas moradas?
Etapa 4: Vuelta a empezar.
Sí, somos nómadas, no tenemos casa propia y probalbemente no la tengamos en algún tiempo, pero la necesidad de comprar y acumular cosas aún es muy poderosa en nosotros, somos como ardillas preparándonos para la llegada del invierno (reconozco que esta actitud es más predominante en las mujeres) así que, cuando menos acuerdas ya estás otra vez lleno de muebles de Ikea y sólo te das cuenta de tu grado de consumismo cuando ves una habitación de la casa llena de arriba a abajo de cartones y desperdicios de embalaje. y entonces piensas: soy un homus consumus pero… Joder! Que bonito sofá tengo!
Mi estimada Lili, me da mucho gusto lo de su mudanza y estoy en total acuerdo, a mi me costó trabajo decidirme en tirar un par de tenis muy viejos porque, según yo, me servirían para cuando pintara la casa o lavara mi automóvil jajaja. Un abrazo y enhorabuena su nueva andanza por las calles inglesas y la hora del té.