Mesereando

Acabo de renunciar a mi trabajo de mesera y recapitulando, tengo que confesar que después de todo lo que renegé, al final terminé tomándole cariño al lugar y a los compañeros.

Sobre todo, haciendo un análisis retrospectivo me doy cuenta de que aprendí mucho, pero más que aprender sobre vinos, platos y platillos, aprendí sobre las personas porque, no se si ustedes se han dado cuenta pero los restaurantes son como los consultorios psicoanalíticos, lugares donde la gente habla de sus cosas y se desinhibe, olvidando por un rato que puede haber algún mesero chismoso, o simplemente un mesero que pasa por allí y escucha sus conversaciones. En esto solo nos superan quizá los del gremio de la estética y la peluquería, pero la diferencia es que por mucho que se nos suelte la lengua mientras nos cortan el pelo, por lo general se habla allí de trivialidades y no hay, como en los restaurantes, confesiones entre amigos o pláticas de negocios.

Así me he podido enterar de toda clase de intimidades que no me importaban pero que encontré bastante ilustrativas de la flora y fauna que habita la región. Cosas, que no voy a ventilar aquí por más que se me antoje, noooo señores, porque uno tiene una ética profesional regida por el código de privacidad de meseros y no puede así como así decir lo que se dice en esas mesas llenas de señoras, señoritas, señoronas y señores.

Pero lo que si voy a hacer es un llamamiento general a la conciencia de los comensales: ¡señores!, cuando vayan a un restaurante, hagan el favor de NO PREGUNTAR AL MESERO(A): «Oiga, ¿Qué tal está el pescado de alta mar con caviar de beluga embarazada? » porque creánme, a los meseros no nos alimentan con caviar, ni con entrecot, ni siquiera con fetuchini alfredo, ni con ninguna de esas exquisiteses que aparecen en la carta, así que no tenemos NI PU…TA IDEA de a qué saben… haaaa y una cosita más, cuando pregunten a un mesero «¿y… ésto está bueno?, no esperarán que les conteste que no ¿verdad?.

Y por último, solo recuerden que, una sonrisa vale más que mil palabras, pero una propina vale más que mil sonrisas.

karen en el nacan

Esta es Karen, mi compañera de trabajo acomodando platos antes del servicio 😉

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