Esta mañana, en el patio de mi casa, en Melbourne, Australia, me topé con una araña de tamaño considerable que transportaba una bola blanca entre las patas. El especímen estaba tomando la sombra a cuatro pasos de la puerta que da a nuestro salón.
Resistí la urgencia instintiva de aplastarla. No fue fácil. En México, yo crecí matando cucarachas y alacranes a punta de chanclazo, allí no había duda ni conmiseración; pero esta vez me ganó la curiosidad científica, y una relativamente nueva sensibilidad para apreciar algunos especímenes de la naturaleza poco agraciados y poco comprendidos. Esa vocecita en mi cabeza me recordó que las arañas son parte de un ecosistema que vive en mi patio trasero y que incluye entre otros residentes y visitantes: miles de hormigas, cientos de caracoles, bichos bola, tijerillas, ciempiés, lombrices, catarinas, mariposas, pajaritos diminutos y chupaflores del tamaño de un *zanate que se posan en las ramas como si fueran colibrís, *possums nocturnos y ruidosos; y por supuesto el gato de la vecina, que es el rey de todo esto.
Pero volviendo a la araña, como dije antes, no era muy agraciada, pero salvó la vida gracias a que no tenía manchas rojas o rayas amarillas visibles, sino un traje café y gris bastante discreto. De allí que no la diera por venenosa a primera vista.
Estuve allí un rato, contemplándola, le tomé una foto poco favorecedora (la de arriba) y la vi intentando esconderse sin soltar por un momento su pelota blanca. Controlaba mejor que Messi, y estoy segura de que también corría más rápido (conservando las escalas).
Finalmente, como la indecisión de matar o no matar me estaba matando, decidí consultar a Mr. Google. Como era de esperarse, los primeros 10 resultados eran realmente alarmantes. Entre otros: “Las 10 arañas más venenosas y dónde se esconden”, “Control de plagas: tu casa libre de insectos”, “Cómo acabar con las arañas en casa”, “Animales mortíferos de Australia”, etc.
Para cuando terminé de medio leer el primer artículo, la Messi-araña ya había huido por patas, así que solo me quedó desear con todas mis fuerzas que no ocupara un lugar en el arriba mencionado ranking de arácnidos mortíferos.
Pasadas las primeras impresiones, empecé a encontrar más información sobre la posible identidad del bicho. Así descubrí:
– que las arañas que llevan sus huevecillos en una pelota como si de un balón de fútbol se tratara responden al nombre científico de Pisaurina mira. En inglés Nursery Web spider, que en español no tengo ni idea de cómo podría traducirse, porque sería algo larguísimo y complicado como “la araña que lleva el cuarto de los niños/bebés envuelto en su telaraña”.
– El siguiente dato sobre este tipo de arañas me fascinó. Resulta ser que, para poder aparearse el macho lleva un regalo a la hembra. La teoría inicial decía que el regalo (una mosca u otro insecto envuelto en tela de araña y con un moñito rojo a ser posible) era un distractor para que la hembra tuviera algo que comer después del coito y no se lo comiera a él (práctica común en este tipo de arañas). Cuanto más grande el regalo más distraída la araña y más fácil sería para el macho escapar. La segunda teoría dice que el tamaño del regalo no está directamente relacionado con la posibilidad de supervivencia del macho, sino con la duración del apareamiento. Cuanto más grande el regalo, más largo el apareamiento. En términos humanos, un collar de diamantes le aseguraría al macho un maratón sexual lleno de complacencias, mientras que un vestido de Zara, pues un rapidín y ni te acomodes porque ya te vas. Lo triste (para el macho) es que en ambos casos la cosa acaba en canibalismo.
Para mi desencanto, después de leer estos interesantes datos sobre la araña de la pelota me di cuenta de que hay otro tipo de araña llamada araña lobo, y que más probablemente “mi araña” sería una de estas, por la ubicación geográfica, ya que las “Nursery web spider” viven sobre todo en Reino Unido. Había una forma de estar segura de qué araña se trataba, pero era demasiado tarde para intentar contarle los ojos. Por si necesitaran el dato algún día, las «Nursery Web» tienen seis ojos, mientras que las arañas lobo tienen 8. Si la vuelvo a ver, intentaré hacer el conteo. Mientras tanto, tendré que vivir con ese sentimiento de acecho que tan bien describe Juan José Arreola en su cuento La Migala, y de paso, con la bronca tremenda que me va a echar mi marido cuando se entere de que la dejé escapar.
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