Es un hecho consumado que los desempleados siempre nos despertamos tarde.
Salvo algunas escasas y honrosísimas excepciones, cuando uno pasa de la vida laboral al paro, los músculos se relajan de forma abrupta e inmediata y resulta realmente difícil sacar el cuerpo de la cama por las mañanas.
Yo personalmente, declaro tener una fuerza de voluntad semejante a la de un oso perezoso. No es que no tenga ideas y cosas a las que puedo dedicar mi tiempo, es que vencer la fuerza de gravedad que tira del cuerpo hacia su posición horizontal -y de ser posible fetal- requiere de muchos trucos, trampas y a veces drogas -en mi caso todas legales y hasta donde sé benignas-.
Me encanta descubrir estas similitudes con el reino animal. Por ejemplo, en este caso, los osos perezosos necesitan una rama, un palo al que hacirse, les es imposible desplazarse sin este apoyo. Si se ven obligados a hacerlo, se arrastran lastimosamente, a una lentitud tan exasperante para los espectadores como peligrosa para ellos mismos. Tengo la sensación de que algo muy similar nos pasa a los humanos en la vida moderna, necesitamos de horarios, jefes, compromisos y obligaciones a las que agarrarnos para salir de la cama.
Por qué será que siempre nos estamos quejando de la tiranía de la vida laboral que no nos deja espacio para nada más y luego cuando tenemos horas y horas de tiempo libre somos incapaces de administrarlas efectivamente. La cantidad de cosas que podríamos hacer pero… ¿cómo?, ¿por dónde empezar?, ¿de qué rama nos agarramos para no arrastrarnos de esa forma tan desesperanzadora por los días inhábiles mientras llega el siguiente trabajo que nos esclavizará la vida y nos quitará toda posiblidad de ocio sano y constructivo?
Muy buena reflexión… pero es verdad. Cuando no tenemos tiempo, nos quejamos de no tenerlo. Y cuando lo tenemos, no lo aprovechamos. Estamos mal hechos.