Al Chile

bandera

¿Alguien puede imaginarse un México sin chile? Por supuesto me refiero al fruto, no al país.

El chile nuestro de cada día es para los mexicanos un alimento fundamental, un motivo de albur, un símbolo de identidad y todo un estilo de vida.

Desde el diminuto chile de árbol hasta los grandes chiles poblanos que pueden rellenarse, pasando por el famoso jalapeño, el pasilla, el habanero y el chile guajillo, entre otros muchos ejemplares, los chiles ofrecen un abanico enorme de posibiilidades gastronómicas. Pero esto es algo que no todo el mundo comprende. Y es que el amor al chile pasa por su comprensión y su conocimiento.

Que equivocados están los extranjeros cuando dicen que el chile «mata el sabor de los alimentos». Noooo señor, de ninguna manera, el chile matiza los alimentos y se mezcla con ellos igual que cualquier otro condimento. Y al decir el chile, quiero decir LOS CHILES en plural, porque algo que también hay que saber es que cada una de las muchísimas variedades de chile que existen tiene su sabor propio, su color particular, su textura única y por supuesto su nombre.

La palabra chile, proviene del nahuatl «chilli» y el origen geográfico de esta planta se sitúa igual que su nombre en México, pero también en centroamérica. Con la llegada de los españoles a nuestras tierras y la subsecuente exportación de productos hacia Europa y Asia, el chile viajó hasta lugares tan remotos como La India, Pakistan o Tailandia, donde tuvo gran acogida, tanto que hoy en día es parte fundamental de sus alimentos también.

Dicen, y de esto no tengo ninguna prueba más allá de la sabiduría popular, que cuando el chile se cultivó en Europa, particularmente en España, se volvió dulce, y que de allí nacieron los pimientos morrones, o simplemente pimientos, como se les llama aquí (en España). Es muy probable que así ocurriera, pues todo el mundo sabe que las propiedades del suelo, el clima y en general las condiciones geográficas y meteorológicas del entorno en el que se cultivan los alimentos influyen muchísimo en el sabor de los mismos. 

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Hay gente que no puede vivir sin su «chilito» y hay otra que no puede verlo ni en pintura, y puedo aceptar que haya a quien le guste y a quien no, pero lo que no puedo soportar es que se levanten falsos en contra de este fruto de nuestra tierra. Me molesta cuando dicen que los mexicanos perdemos el sentido del gusto por comer tanto chile, eso es tan ilógico como decir que comer azucar te impedirá saborear la sal.

Por el contrario, el chile consumido con moderación tiene muchas virtudes: * «disminuye el riesgo de sufrir gripes, resfriados, y previene el envejecimiento prematuro, mejora el proceso digestivo y evita problemas estomacales» si, leyeron bien, MEJORA el proceso dijestivo. Por supuesto, es como en todo, el consumo moderado del producto favorece a la salud, mientras que abusar de ello…  bueno, para qué les voy a contar, más de alguno habrá sufrido las consecuencias en biiip—— propio.

Y ahora que me acuerdo, este post quería escribirlo porque mi indignación creció hasta límites insospechados hace cosa como de un mes, cuando escuché en un podcast que me gusta mucho, llamado Here on Earth, en un programa dedicado al «chilli» como ellos dicen, en donde se atrevía a decir una texana desvergonzada que el chile era un producto típico y originario de los Estados Unidos. Solo tengo un comentario que hacer respecto a eso. JA- JA-JA. Aunque hubiera chile en texas, porque no dudo de que allí lo consuman y puede que desde hace mucho tiempo, pero esque ¿ya se les olvidó de dónde salió texas?.

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FOTO 1: Chiles verdes, amarillitos y rojos. Recordando la bandera mexicana.
FOTOS 2 y 3: Una torta ahogada de Guadalajara sumergida en salsa picante y una rica barbacoa de Pachuca acompañada con su salsita verde.
FOTOS 4,5 y 6: El chile poblano, relleno y preparado en nogada.

Vacaciones para Cancún

Una vez un amigo me dio un consejo muy sabio. Me dijo: «Si te gusta mucho un lugar… no se lo digas a nadie». Y tenía toda la razón. ¿Por qué demonios todos los lugares bonitos están ya siempre llenos de gente?

Parece que uno ya no puede tener jamás el gusto de encontrar algo en estado virgen, (en el sentido más inocente de la frase). De las ciudades a las playas, desde los puntos turísticos por excelencia hasta los festejos íntimamente tradicionales de los pueblos más remotos y desde los rincones más escondidos del Amazonas hasta los sitios más inasequibles del África profunda son potenciales lugares de vacaciones para cualquiera que pueda pagarlos.

Claro que la paradoja del asunto está en que, todos nos quejamos en algún momento de la sobrepoblación de los destinos turísticos, esa excesiva masificación que nos reúne a todos, conocedores y paganos, en torno a un espacio cultural o una maravilla natural en cualquier parte del mundo. Pero al mismo tiempo esta democratización del turismo es la que hace posible que las personas menos adineradas (por decirlo de una forma elegante) podamos conocer lugares dentro y fuera de nuestras fronteras.


camioncito

playita

El caso concreto que suscitó mis reflexiones sobre los movimientos turísticos fue que hace poco más de un mes estuve en la FITUR (Feria Internacional de Turismo) que se celebra cada año aquí en Madrid. Mientras repartía unos folletitos promocionales de la Ciudad de México pensaba… la mayoría de los españoles con los que me he topado solo conocen una pequeñísima parte de México llamada Cancún. Un destino que se ha popularizado a niveles extraordinarios entre los turistas internacionales en general y entre los lunamieleros en particular.

La cuestión es que México, que ocupa el lugar no.10 en el ranking mundial como receptor de turismo, acoge cada año a 21.4 millones de turistas que lo visitan desde el extranjero. Pero el problema está en que ciertos puntos de la República, especialmente las playas como Cancún, soportan la mayor cantidad de esta demanda. El impacto que esto tiene en términos ecológicos y sociales es muy grande.

Más de un estudio de la Secretaría de Turismo de México augura un negro futuro para las playas de Cancún. De hecho se habla de la acapulquización de los nuevos destinos playeros de México. Se pueden imaginar lo que esto significa. Es simple. El Acapulco de los años 60s, aquél paraíso terrenal, sufrió una sobreexplotación y una llegada masiva de inmigrantes en busca de turismo o de trabajo y simplemente “murió de éxito”.

Pero ¿cómo resolver el problema de la erosión turística? o como dicen los modernos ¿Cómo lograr un turismo sustentable?. Pues no tengo ni la menor idea. Porque esta pregunta recae en una pregunta mayor… ¿cómo podemos en términos generales conservar las bellezas de nuestro planeta?

paris

moroco

Tomando en cuenta que cada vez somos más y que todos tenemos derecho al ocio, y que el interés de los humanos por conocer otras culturas es creciente (cosa que está muy bien, dicho sea de paso). La cuestión es organizarnos de tal forma que no saturemos determinados lugares con nuestra presencia, y sobre todo, creo yo, que entendamos que aunque estemos de vacaciones en otra ciudad o en otro país, seguimos estando en nuestra casa “la tierra” y por lo tanto tenemos que intentar ser respetuosos con lo que nos rodea, vayamos a donde vayamos, algo difícil de recordar cuando lo que uno desea en vacaciones es olvidarse de todo ¿no?.

Es la boooa

¡Este fin de semana tuvimos boda! Una muy elegante y muy bonita por cierto. Aunque era tan elegante, tan elegante, que el piso estaba encerado de más y todo el mundo acababa azotando en el suelo. Entre ellos yo, claro, no podía faltar.

Pero el caso es que me puse a reflexionar en torno a este objeto cultural llamado “Boda”: ¿Qué será lo que tienen las bodas que a unos les espantan, a otros les encantan y otros más las aborrecen?

Yo personalmente, las encuentro muy divertidas, quizá porque soy una persona que valora mucho los rituales y claro también el bailongo… porque una boda sin bailongo no es boda.

Pero una boda puede ser muchas cosas dependiendo del lugar en que se celebre y de la cultura de las personas que van a contraer matrimonio. Una boda puede ser un contrato, una promesa de amor eterno, una celebración comunitaria o un acuerdo entre familias.

En México incluso puede ser una forma de salir de la carcel jeje, pero no vayan a interpretar esto de forma literal, el “boda o carcel” de México es un juego que se hace en las Kermeses (una especie de feria con antojitos y juegos que se organiza sobre todo en las escuelas y en las iglesias católicas). El juego consiste en agarrar a una niña y a un niño (se pone más interesante cuando eres adolescente) y obligarles a firmar bajo pena de carcel un matrimonio civil que contiene cláusulas del tipo …. y tú mujer “tendrás que labar sus calzones apestosos con jabón bolita”. Que por cierto no dista mucho de algunas cláusulas que existen aún en el matrimonio civil. Muchas de las víctimas eligen la carcel, que al fin y al cabo suele tener barrotes de palo de escoba y de la que pueden salir pagando una pequeña multa con billetes chiquitos que es el dinero de la kermese.

Lo que está claro, es que independientemente de los símbolos y costumbres propias de cada cultura hay una máxima común en todas las bodas: ¡Hay que echar la casa por la ventana! Ya sea con el tamaño del pastel, la cantidad de mariscos, los vuelos del vestido de la novia, la marca del coche, o ¿por qué no? toooodo a la vez. Hay que decir a los invitados: aquí no falta de nada… al contrario, sobra. ¿Por qué? Me pregunto yo. Quizá porque es un símbolo de la abundancia que tendrá la pareja en el futuro, y si no nos obligáramos a pensar que en un matrimonio habrá bonanza y prosperidad no seríamos tantos los valientes que nos atreveríamos a casarnos.

En resumen. Hay bodas de telenovela, bodas de cuento, bodas de sangre, bodas arregladas, bodas reales, bodas falsas, bodas de oro, de plata y de diamantes y hasta bodas de kermese y son una manifestación cultural y social digna de preservarse, aunque a veces hay que desmarcarse de algunos absurdos a los que nos lleva la tradición. Pero en fin, mi humilde opinión es que cada uno haga de su boda lo que se le de la gana, que para eso es su boda, y los invitados que se chinguen, total siempre habrá alguien que quedará inconforme.

PIES DE FOTO: (De arriba a abajo) 1. Boda de Cristina y Alejandro en Santander, 2. Boda masiva en Bolivia 4. Boda mexicana con mariachi yauuujua, 5. Boda Indú.

La princesa sin castillo

Ayer llegamos de un pequeño viaje por el sur de Francia que duró 10 días. Además de visitar a unos amigos que viven en Bayonna, nuestro objetivo principal era una vieja pero muy bien conservada ciudad amurallada llamada Carcassonne.

Curiosamente, conocimos Carcassonne por un juego de mesa del mismo nombre que nos dieron como regalo de bodas y que nos tiene fascinados por su original estructura y porque es de esos juegos que invitan a la imaginación, con el que uno se puede hacer su película entre dragones, hadas y condes.

A pesar de las grandes expectativas que teníamos sobre «La Cité de Carcassone» (como la llaman los franceses para diferenciarla del resto de la ciudad), estas fueron ampliamente cumplidas y superadas. Yo, particularmente me sentía como en un cuento. Claro que además del magnífico escenario ayudó la representación que tiene lugar dentro de las murallas: un torneo entre caballeros invitados por el Vizconde de Carcassone, con duelo de espadas, con lanzas a caballo y villano incluido, además de una exhibición de halcones, un águila real y una lechuza.

Al salir de «La Cité» después de un día de encanto estuve pensando ¿Qué tendrá la edad media que nos gusta tanto?, ¿por qué nos atraen con tanta fuerza las historias caballerescas? Y sé lo que están pensando pero no creo que la culpa sea solo de los cuentos de Disney, la atracción por esta época va más allá de la Cenicienta y la Bella Durmiente. Creo que tiene que ver con que resulta bastante atractiva la idea de vivir como reyes, con todo ese increíble despliegue de seguridad constituido por más o menos unos mil o dos mil guardaespaldas a nuestro servicio.

Pero la verdad de la verdad es que pocas veces se nos ocurre pensar que si viviéramos en la edad media muy probablemente no seríamos uno de esos cuatro agraciados que nacieron reyes, seguramente, y por una cuestión clara de estadística, nos tocaría ser uno de esos miles de campesinos, herreros o alfareros porque de esos sí había a montones.

La edad media era una cuestión de familias, de tres o cuatro familias que se tenían bien repartido el pastel, pero por alguna extraña razón los fanáticos de esta época siempre tendemos a pensar que nosotros perteneceríamos a alguna de ellas y no nos damos cuenta de que ya tendríamos suerte si sobreviviéramos a esa niñez de perros con muy pocos cuidados, a las miles de epidemias e invasiones que eran el pan de cada día y aún si llegáramos a nobles caballeros, siempre cabe la posibilidad de que nos atraviesen con una lanza a la primera de cambios.

Pero después de pensar en todo esto…. si tengo que decir la verdad, yo seguiré soñando con ser la princesa del castillo perdido, aunque tenga que cambiar la televisión por laudes y los pantalones por cortinas-vestido ceñidas a la cintura. Eso sí, nomás hasta las doce de la noche como la Cenicienta.

El cochinito tiene hambre

Todos sabemos que una de las cosas más difíciles en este mundo capitalista de nuestros días es AHORRAR.

En realidad, ahorrar es difícil para algunas personas, pero para otras es prácticamente imposible. Yo claro, pertenezco a esta última categoría. La única vez que he logrado hacer un ahorro considerable era porque lo descontaban directamente de mi nómina y yo ya de plano jamás veía ese dinero.

Hace un tiempo empecé a leer un libro llamado «El Economista camuflado«, de un autor norteamericano (y los gringos saben bastante de estas cosas). El libro trata de explicar los fenómenos económicos a una micro-escala y engancha sus teorías con uno de mis temas favoritos: El café «Starbucks».

Básicamente dice que el éxito de esta cadena se sustenta en dos puntos fundamentales:

1. La ubicación de las sucursales y

2. La posibilidad de «elegir» el precio de tu café, obviamente a la par que eliges el tamaño, los ingredientes y los topings extra, según lo «especial que te sientas ese día».

La propuesta de Tim Harford, el autor del libro, se construye sobre la idea de que las personas en una sociedad pueden ser más o menos SENSIBLES A LOS PRECIOS de las cosas. ¿Y qué significa esto?. Pues que estamos dispuestos a gastar sin sentir dolor, incluso hasta gustosamente, determinada cantidad de dinero en ciertas cosas. Claro que este «umbral del dolor» del gasto es distinto en cada persona. A mi me queda muy claro que lo que yo puedo pagar por un buen café, y sobre todo por pasar un rato agradable en un lugar sin humo, con un sillón confortable y un periódico que puedo leer «gratuitamente» es bastante más de lo que muchos de ustedes pagarían.

Hay personas que vivimos sin tener idea de lo que cuestan las cosas, y créanme, no es una cuestión de tener mucho o poco dinero, es una forma de vida, como una especie de miopía que nos impide ver las etiquetas de los precios con suficiente claridad.

La cuestión es que teniendo un (y disculpen el término inventado) umbral tan bajo del dolor por gasto es difícil que una persona como yo pueda ahorrar algo. Menos mal que yo tengo una pareja que me equilibra bastante en ese sentido, porque alguien tiene que alimentar al cochinito ¿no?.

NOTA AL PIE: Cochinito (tr. coloquial del mx. alcancía) = hucha (Esp.) VER FOTO.

Sueños y pesadillas

monunstrito

Como prácticamente todos los días me levanto con una historia recién salida de mi subconciente, decidí comenzar un registro de sueños con la esperanza de que, con el paso del tiempo, pueda encontrar en ellos algún sentido, profecía o clave secreta que se me escapa al contemplarlos por separado. Conozco pocas personas que sueñen tanto y tan a menudo como yo, mi hermano Juan es una de ellas.

Reflexionando sobre el asunto, pensé que dificilmente las personas que no recuerdan sus sueños (porque se supone que todos soñamos) pueden entender la intensidad con la que éstos se llegan a sentir en cuerpo y alma, y eso sin hablar de las pesadillas que te pueden dejar una sensasión de miedo y malestar durante todo el día. Por eso es que creo que los sueños pueden ser determinantes en la vida de las personas, en especial cuando son tan intensos, porque uno los va cargando por la vida también en la vigilia.

Antes se pensaba que los sueños eran profecías, luego vino Freud y dijo que por el contrario, eran claves de interpretación de la niñez, y yo no sé si serán pedacitos de futuro o de pasado o viajes a otras dimensiones, lo que sé es que tienen una magia que no puede compararse con nada más. El hecho de que tu mente imagine y piense cosas sin que tu lo puedas prevenir ni controlar, que de pronto sepas cosas que ni tu mismo sabes que sabías, que estés en lugares conocidos que se te vuelven desconocidos o que los sitios más familiares sean extraños; que un hombre pueda ser un hombre y una mujer al mismo tiempo, tener muchas voces y muchas caras; que puedas transportarte de un lugar a otro en cuestión de nano segundos, o incluso estar en dos lugares al mismo tiempo, todo esto puede ocurrir solo en los sueños y me parece realmente fascinante.

No voy a desvelar aquí los secretos más profundos de mi subconsciente, pero les diré que no hay cosa más desesperante que tener un chicle bola en la boca tan grande tan grande que no te deja hablar, que se te pega por todos los dientes y que nunca se termina por más que intentes sacarlo a pedazos de allí, bueno, se de algunos a los que se les caen los dientes, o que se van a trabjar desnudos, o sin zapatos, eso también es espantoso, y un poco gracioso jejeje. Menos mal que son sueños.

P.D. Mi novio dice, que si no cenara tanto no tendría tantas pesadillas, así que estoy intentando aclararle la diferencia entre una «quesadilla» y una «pesadilla» porque creo que no se entera muy bien.

P.D.2 El de la foto es un monstruoso monstruo de pesadilla. (Bueno, en realidad es el novio de mi hermana).

Mesereando

Acabo de renunciar a mi trabajo de mesera y recapitulando, tengo que confesar que después de todo lo que renegé, al final terminé tomándole cariño al lugar y a los compañeros.

Sobre todo, haciendo un análisis retrospectivo me doy cuenta de que aprendí mucho, pero más que aprender sobre vinos, platos y platillos, aprendí sobre las personas porque, no se si ustedes se han dado cuenta pero los restaurantes son como los consultorios psicoanalíticos, lugares donde la gente habla de sus cosas y se desinhibe, olvidando por un rato que puede haber algún mesero chismoso, o simplemente un mesero que pasa por allí y escucha sus conversaciones. En esto solo nos superan quizá los del gremio de la estética y la peluquería, pero la diferencia es que por mucho que se nos suelte la lengua mientras nos cortan el pelo, por lo general se habla allí de trivialidades y no hay, como en los restaurantes, confesiones entre amigos o pláticas de negocios.

Así me he podido enterar de toda clase de intimidades que no me importaban pero que encontré bastante ilustrativas de la flora y fauna que habita la región. Cosas, que no voy a ventilar aquí por más que se me antoje, noooo señores, porque uno tiene una ética profesional regida por el código de privacidad de meseros y no puede así como así decir lo que se dice en esas mesas llenas de señoras, señoritas, señoronas y señores.

Pero lo que si voy a hacer es un llamamiento general a la conciencia de los comensales: ¡señores!, cuando vayan a un restaurante, hagan el favor de NO PREGUNTAR AL MESERO(A): «Oiga, ¿Qué tal está el pescado de alta mar con caviar de beluga embarazada? » porque creánme, a los meseros no nos alimentan con caviar, ni con entrecot, ni siquiera con fetuchini alfredo, ni con ninguna de esas exquisiteses que aparecen en la carta, así que no tenemos NI PU…TA IDEA de a qué saben… haaaa y una cosita más, cuando pregunten a un mesero «¿y… ésto está bueno?, no esperarán que les conteste que no ¿verdad?.

Y por último, solo recuerden que, una sonrisa vale más que mil palabras, pero una propina vale más que mil sonrisas.

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Esta es Karen, mi compañera de trabajo acomodando platos antes del servicio 😉

Porque usté lo pidió

Con este post fotográfico empiezo el feliz año nuevo con una dedicatoria especial para mi querida amiga -casi hermana- Cinthiana la rana que dice que porqué no pongo más dibujitos y menos letras en el blog y la verdad es que tiene toda la razón, pero es que soy una rollera innata, y antes de que empiece a enrollarme otra vez aquí les dejo una fotiños de una exposición de esculturas de hielo a la que fuimos ayer.

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LA PUERTA DE ALCALÁ Y EL OSO Y EL MADROÑO,
LOS ÍCONOS MADRILEÑOS EN HIELO

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QUIEN FUERA BORREGUITO PARA ESTAR ABRIGADITO A 8o BAJO CERO

iglu
YO PA ESQUIMAL NO SIRVO, PERO LA VERDAD ES QUE ALLÍ ADENTRO ESTABA BIEN CALIENTITO

renos nacimiento
MOTIVOS NAVIDEÑOS: UNOS RENOS Y UN NACIMIENTO

Y POR ÚLTIMO… UN OSO MESERO

oso polar

Y PICO A PICO CON UN PINGÜINO

pingüino

 

 

 

La historia del loco Simanzky y la correspondencia escrita

Hace un año que vivo en Madrid y hace dos que pasé tres meses en esta misma casa de Getafe. Fue entonces cuando conocí al «loco Simansky»; entonces parecía una persona normal que simplemente hablaba el español con un poco de acento rumano. El hombre, un joven de unos treinta años, vino a pedirme muy amablemente que le hiciéramos el favor de guardarle su correspondencia pues al parecer aún tenía registradas sus cosas en ésta que había sido su casa. Cosa normal pensé yo, le suele pasar a cualquiera que se cambia de casa. Pero la cuestión es que dos años después de aquella visita, don Simansky sigue visitándonos asiduamente cada dos o tres semanas para recoger su correspondencia como si esto fuera una sucursal de correos.

De modo que cada vez fuimos menos amables y más cortantes con él pidiéndole que por favor cambiara sus datos donde los tuviera que cambiar y avisara a…. salubridad, refugiados del mundo, el círculo de lectura, el banco, su tia Gregoria Cerchenova, y a toda su larga lista de frecuentes emisarios que se había cambiado de casa. Pero nada, no entiende razones.

Nuestras teorías al respecto de esta situación son varias, pensamos que puede ser un fugitivo de la justicia o que quizás vive debajo de un puente, pero en este último caso no nos logramos explicar cómo está suscrito a tantas tonterías en las que hay que pagar.

Total que como ya no le quisimos dar sus cartitas la última vez que vino a pedirlas a media noche, nuestro amiguito optó por romper la chapa del buzón para así poder sacar sus cosas cuando le diera la gana. Como comprenderán tengo un encabronamiento mayúsculo, pero no tanto porque venga el hombre a darme la lata o porque allanara mi buzón, como por saber que ese individuo tiene más correspondencia que yo. Quizá tenga que empezar a suscribirme a círculos de cosas o hacerme amiga de un viejecito en otro continente porque ellos son ya los únicos que escriben (creo) de puño y letra y con timbres postales que se pegan con baba.

Toda esta historia me ha hecho pensar… ¡haaaaa que tiempos románticos aquellos en que uno tenía un novio en la guerra que le mandaba cartas!, ¡Qué tiempos en los que llegaban a los buzones algo más que estados de cuenta!, ¡Qué tiempos en los que uno tenía tiempo de escribir!, Ahora ya no podré morir tranquila sabiendo que no tengo epístolas para legar a la humanidad como cualquiera que se precie de ser gente importante y trascendente. Tendré que conformarme con este blogcito que algún día se habrán de comer los gusanos cibernéticos.

Du ius pikinglisss??

Aprender un idioma es aprender una estructura mental, dicen los lingüistas, y dicen bien. Cuando uno aprende otra lengua tiene que literalmente cambiar el chip, liberarse de todos los prejuicios idiomáticos, de toda la gramática que le enseñaron a uno en la escuela y empezar de cero, o como dicen algunos «pensar en inglés», o en francés o en checo si es el caso. Pero mi caso, como el de la mayoría de la gente que conozco es el inglés y yo pienso en EL inglés continuamente pero lo de pensar EN inglés lo veo muy pero muy lejos.

Dicen que hay un momento clave de revelación y ese es cuando tienes tu primer sueño en inglés, lo cual quiere decir que tu mente ha logrado ese nivel de «iluminación» en el que es capaz de pensar autónomamente en ese idioma sin recurrir a la «traducción simultánea». Lo que me lleva a otro punto delicado, que nada tiene que ver con el tema del que pretendía hablar hoy, pero que me interesa igualmente y que es el de la traducción y el doblaje.

babel

La cuestión es que para los que no sabemos ni pensar, ni hablar, cuantimentos escribir en inglés hay dos opciones, o nos limitamos a consumir la producción literaria, cinematográfica y musical en español o buscamos versiones traducidas o subtituladas (en el caso del cine y tv). Yo por mi parte, como la mayoría de los mexicanos (creo), preferimos los subtítulos; aquí los españoles defienden mucho el doblaje, pero lo cierto es que, independientemente de las ideas que puedan expresarse mediante una lengua, cada una de ellas tiene su propia musicalidad, sus sonidos únicos y sus palabras «intraducibles» y eso es algo que a mi personalmente no deja de admirarme. Que viva la diversidad, bienvenidos a esta gran torre de babel.